Yo escribí versos de amores
de historia y de geografía,
de lucha y filosofía
de alegrías y sinsabores.
Ahora canto a las flores
más sencillas del lugar,
las que vemos al pasar
aquella casita blanca,
la que brotó en la barranca,
o en la estaca del solar.
La caracucha rosada
que habría por el camino,
por dónde mi abuela vino
con sus manos perfumadas.
La chavelita morada
que hacía juego al cundiamor,
el fragante aromo en flor
junto al cafeto florido,
y un jazminero perdido,
Había flores de piñuela
de cabuyas y de piro,
entre matas de suspiros
y rosas como candelas.
Los claveles de canela,
rosados, blancos y rojos,
el heliotropo en matojo,
el monte de belladama,
y la verde y fina grama
para el gusto de los ojos.
En las noches oscuritas
ya pasado el aguacero
relumbraban los luceros,
y abajo las margaritas.
Y ya por la mañanita,
con el pájaro sonoro,
florecería el botón de oro
cerca del maduro maguay,
y el girasol como un rey
abría todo su tesoro.