y
también la platanera,
pidiendo
lluvia de afuera
que
caiga en esta ocasión.
Tan
lastimera canción
trae
recuerdo del pasado,
de
lo que ya va dejado
del
tiempo en sus circunstancias:
totorrones de la infancia
y
pájaros olvidados.
La
capisucia en su canto
cada
tarde se la pasa,
y
el sol la teja traspasa
y
el calor echa su manto.
El crepúsculo amaranto
canta
entonces su canción…
Y en invisible emoción
el
bicho en el musgo tierno
esta
llamando al invierno,
su
pecho de totorrón.
Ya
me huele a lluvia el viento
que
viene de la montaña,
la
capisucia en su maña
llama
al agua en
movimiento.
Y
por los caminos lentos
llenos
de polvo y de honduras
la
tierra en su rajadura
se
traga al verano, al fin,
y
se pinta en el confín
la
lluvia verde y madura.
Marzo
se despide así
del
verano cristalino,
con
lamentos vespertinos
de
pájaros que escucho aquí.
Me
agarra el recuerdo a mí
del
canto del totorrón,
con
su queja de acordeón
que
repite su alabanza
y
la noche en su tardanza
lo
calla con su apagón.
Tomado del Libro Cantaderas 1995