Tomado del libro NOCHEBUENA MALA (1995), editado por la Fundación Omar Torrijos.
Estaba muerta…
¡Dios mío!...es la muerte. Levitaba sobre una espesa veladura rojiza,
anaranjada, muy brillante, vaporosa y aterradoramente calurosa. Navegaba así,
en el cuarto. No había ventanas, ni mesas, ni
sillas, en fin, ningún chérchere
a mi alrededor. ¿Acaso era mi casa?. No.
Yo estaba
muerta….Así es la muerte. ¿Mis brazos? Si, llevé las manos a mi cabeza. Los
cabellos se me habían convertido en finos y retorcidos alambres de cobre,
rojos, electrizantes y derretidos. Claro, es la muerte, estoy absolutamente
convencida de ello.
¿Mi reloj?.
Son las doce y treinta y dos minutos de
la noche. ¿De la noche o de la madrugada?. No sé. Creo que hoy es martes, 19 de diciembre, me parece,
¿o era miércoles?
Esta mañana, o
ayer en la mañana, preparaba los tamales de la nochebuena.
¿En
dónde estoy ahora? ¡Santa Bárbara bendita ¡
A nadie oigo y
nadie me escucha. Allí…allá
veo una chispa azul.¿Será el negro Rambau, con su acetileno, que suelda el
borde de la ventana del vecino?. ¿Pero, a esta hora?.
¡Qué va!. No
hay nadie. El mundo se acabó…se acabó.
Estoy perfectamente muerta.
Solo veo
arriba y debajo de mí, lo rojo naranja y allá lejos, el rayo azul.. Siento que en un segundo la cara se me ha
vuelto una huesada, monda y blanca .calavera… ¡Ay!...Yo que el año pasado fui
la reina del carnaval, iba en la comparsa de “Los Campesinos”. Me suena en la
memoria todavía el tun..tun..tun..tra…tarrata tá…tun..tun…tarrata..tá… de los
tambores. Sudaba sangre, del son y del amor…”Qué buenas tú estás, negra”- me piropeaban
los muchachos del patio. Tun…tun…tun..
Claro, ¿tú ves? . Como a las 12 y 30; no era el
19 sino el 20 de diciembre, sonó el
tarratatá..¡Dios mío!. Horrorísimos tambores me alzaron sobre una luz anaranjada,
donde sigo levitando, como una pluma rota de paloma, negra, consumida.
¡Estoy supremamente muerta!...Pero
lo que más me mata es esa terrible luz anaranjada.